Daba vueltas en la cama, gruñendo la felicidad de un viaje entre presencias: eran los ojos de su hermano y las manos del niño que creció demasiado pronto y contra su voluntad. El mar tempestuoso de Tabasco y un perro de ojos claros que la acompañaba siempre, mirándola en silencio. Debajo del agua en Varadero, sobre los caminos de arena volcánica de Michoacán, a través de los puentes de Nueva York, que se mecen como barcos testarudos. Despertó: ese día saldría el sol.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Corria la leyenda en la familia de un perro negro, que siempre seguía a los más jovenes, sobretodo de noche, se dice por ahí que ladraba a quien se acercaba, debe ser de ese mismo tipo de perro, o una extensión de uno mismo, de ahí los ojos claros
Ese perro de sombra y ojos brillantes. Me gusta tu leyenda, ¿era bueno? ¿por qué seguía a los más jóvenes? El mío me acompaña, solamente, y me indica el rastro que debo seguir...
Un beso.
Publicar un comentario