Era viernes, tenía sed. Ganas de bailar otra vez dentro de los brazos de alguien que la pudiera sostener, de olvidarse por un rato la compostura y el reloj. La ciudad los viernes de otoño nunca enfría, abre puertas, deja que las nubes vuelen sobre las pistas de baile.
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1 comentario:
salgamos a bailar y amanezcamos.
después nos preocupamos cómo y con quién.
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