Temblamos hace veinticinco años y seguimos recogiendo pedacitos de recuerdos, los nombres de los muertos imprevistos y las siluetas imaginarias de aquellos edificios que cayeron sobre la normalidad. Caminamos sobre las calaveras enterradas en el asfalto: esta ciudad que se consume a sí misma, vientre de la desgracia, asesina de sus hijos... Aún así, nuestro hogar.
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2 comentarios:
Ayer no pude salir, no más no, aun hay edificios por ahí, que no han terminado de tirar, aun debe haber muertos en los jardines-monumento, aun debe haber muertos que ante la posibilidad de una epidemia.
Chale... Yo tampoco pude salir. Un abrazo.
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