Huir de la familia, de los militares y la policía, de la ley seca que parece más una invitación a la locura que al orden, de las credenciales para entrar al primer cuadro de la ciudad y las múltiples reuniones organizadas con desgano por amigos y parientes. Esconderse debajo de la cama con la botella de tequila y platicar con las pelusas, muy bajito, para que nadie te encuentre...
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