lunes, 13 de septiembre de 2010

71

Cuando estaban juntos no estaban en ninguna parte; la música atravesaba en esas noches algo más que sus cuerpos, reír y llorar era fácil, dar por descontado el futuro la regla del juego. Las horas amontonadas en el quicio de la puerta mientras ellos gruñían; el sol yendo y viniendo a ver a qué hora se animaban a salir, las pequeñas señales de los otros olvidadas sobre la mesa, junto al cenicero... La única razón para ese tiempo era, precisamente, aniquilarlo.

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