viernes, 10 de septiembre de 2010

70

Era viernes, tenía sed. Ganas de bailar otra vez dentro de los brazos de alguien que la pudiera sostener, de olvidarse por un rato la compostura y el reloj. La ciudad los viernes de otoño nunca enfría, abre puertas, deja que las nubes vuelen sobre las pistas de baile.

1 comentario:

Unknown dijo...

salgamos a bailar y amanezcamos.
después nos preocupamos cómo y con quién.