¿Quién dijo que las mujeres tejen sueños, que crecen al ritmo de naturaleza y esperan dulcemente a que la vida se realice? ¿Cuándo olvidamos el poder de la locura y decidimos creer en nuestra sacralidad? Esta montaña, el discurso maligno de lo femenino y la soledad me recuerdan que siempre, siempre, se puede jugar con la lectura que hacemos del otro.
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