miércoles, 3 de noviembre de 2010

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Con el rostro mirando de tres cuartos a los extraños de aquella mesa, pensó que el escote, los labios inolvidables, los ojos enamorados-inocentes, eran solamente armas para manipular el reflejo que tenían de sí mismos. Miraba al otro mirarla, devolvía la imagen con leves reacciones. Por un rato fue la insinuación que no confirma pero desvía, vehículo de intenciones, juego indoloro sin nombre.

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