Somos tan volátiles que apenas nos sostenemos de los trazos hechos con furia al anochecer. Desaparecemos unos de otros sin besos o avisos que valgan para cerrar las conversaciones iniciadas, los proyectos juguetones compartidos. No, esto no es un escenario, es la realidad del éter: salen presencias, entran nuevas y viejas miradas. Movimientos en un juego sin reglas que a veces emocionan, otras duelen. Pero siempre, siempre me sorprenden...
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