miércoles, 11 de agosto de 2010

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Era tan débil y vivía en un mundo tan confuso, que creyó que el temblor de cabeza y rodillas que lo atravesaba era mal de amores y no tan sólo la hora de la comida que lo torturaba con el hambre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

a veces el hambre y el desamparo se juntan